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viernes, 15 de mayo de 2015

LA TAREA DE ENSEÑAR VS. EL CANSANCIO DE DAR CLASES

Docentes y sentido de vida


Una de las profesiones más maravillosas de realizar, es la profesión del docente. Es la que da la oportunidad de afectar a las personas de manera tan profunda que podemos, desde las aulas, fácilmente cambiar, no solo la manera de pensar de los alumnos, sino, en última instancia, a través de ellos, la sociedad.

La tarea del docente es la tarea que la sociedad utiliza o para perpetuar los esquemas, o para cambiarlos; para mantener ideas, ideologías o posturas sociales que generan opresión y pobreza, o para cambiarlas. La tarea del docente es la que, por su propia naturaleza, está hecha para hacer la diferencia en el mundo.

Sin embargo, dentro de todo lo bueno, lo posible y lo hermoso del trabajo que implica enseñar a otros, está también la realidad de la tarea de dar clases, de enfrentarse día a día a un grupo de alumnos, (en algunos casos hasta de 60 alumnos), que proviene de diferentes hogares, diferentes formas de pensar y que hacen parte (y muchas veces defienden) de un sistema de  creencias que por sí mismo los limita y les lleva a no considerar e incluso despreciar el esfuerzo y la intención de quien trata de transmitir y generar una forma diferente de hacer las cosas.

Sumémosle a eso, un pago por debajo de lo que un profesional promedio gana, unas jornadas muchas veces extenuantes y políticas de contratación más basadas en los contactos que en los propios méritos y habilidades demostradas, tenemos allí un escenario propicio para la aparición de uno de los mayores males laborales de nuestros días: el síndrome de quemarse en el trabajo o burnout.

El burnout tiene tres características principales: Agotamiento emocional profundo, despersonalización y pérdida de la sensación de logro vital.

La primera característica tiene que ver con la sobre-exposición a cargas emocionales intensas, tales como la relación con los alumnos cuando ésta no resulta productiva o es claramente conflictiva; la violación por parte de los estudiantes -o compañeros, o directivos- de los esquemas de valor del docente o de su contrato psicológico; el enfrentamiento permanente con las diferentes situaciones vitales de los estudiantes y las que se generan debido al propio trabajo a nivel familiar y personal. Todo ello contribuye a la sensación de "no doy más", "este trabajo está acabando conmigo", eventualmente esto se convierte en el tema central del espacio de trabajo del docente.

La segunda es entendida como el aislamiento de las relaciones personales, para evitar afrontar la conexión emocional que ello implica. En muchas oportunidades las relaciones tienden a empeorar la situación de cansancio emocional debido a, que la persona siente que su propia situación es extraordinaria (esto sólo me pasa a mi), es impropia (no DEBERÍA sentirme así), es ridícula (todo el mundo se burla de lo que me pasa), o es muestra de debilidad (yo debería ser capaz de manejar TODAS las situaciones). Ello lleva a que busque aislarse, en lugar de buscar ayuda o apoyo para la situación que vive. Esta desconexión de las redes de apoyo solo empeora con el tiempo la propia situación.

La tercera es con mucho la más grave y, como veremos ahora, la mayor parte de la posible solución. Por lo regular, quien egresa de la facultad y escuelas de educación, sale con una enorme claridad acerca del papel que juega en la sociedad y con una extraordinaria intención de cambiar el mundo. Ella o él serán quienes impacten la vida de sus alumnos, ella o él van a ser aquellos maestros extraordinarios que saquen a sus alumnos de su pobreza moral, ella o él van a lograr que el mundo sea mejor para ellos y, van a convertirse así en un elemento generador de cambio, serán la pieza que falta en el sistema para que todos sean mejores. Y después… conoce a su primer grupo de alumnos.

Entonces se da cuenta de que el sistema está organizado de manera que el maestro o docente solo puede cumplir órdenes (o eso siente), que a los alumnos no les importa lo que ellos tienen para decir, que prefieren jugar Xbox que venir a clases, que muchos de ellos asisten por obligación, que en muchos casos los mismos padres atacan su intención de generar cambios en ellos. Que las estrategias que ellos tenían pensadas no funcionan, que muchos alumnos se dedican a plagiar en lugar de esforzarse y que 8 de cada 10 veces, sus esfuerzos se pierden en la niebla de la sociedad.

Ello lleva a que se sientan frustrados, abatidos, cansados de intentar sin "obtener resultados", que empiecen a tener la sensación de "arar en el agua" y, en algún momento posterior llegue a olvidar para qué hacia este trabajo y comience a concentrarse en el por qué (porque necesito un salario, porque es lo que estudié, porque es un trabajo fijo, porque no sé hacer nada mas). Ello le lleva a entrar en un proceso de lo que en Logoterapia llamamos el vacío existencial.

La pérdida de ese sentido, y en muchos casos, la consecuente generación de una actitud cínica frente a la vida lleva a completar el síndrome de burnout. Lo que tiene enormes implicaciones a nivel físico, emocional, laboral y moral.

A nivel físico, están muy bien descritas las enfermedades de orden psicosomático asociadas al estrés prolongado, úlceras estomacales, migrañas, neuralgias, etc. Que se derivan de la misma situación.

A nivel emocional el panorama es muy amplio, desde procesos de ansiedad hasta procesos de depresión grave, pasando por todo tipo de trastornos del estado de ánimo.

A nivel laboral, el bajo rendimiento y las dificultades de relación con los alumnos son solo dos de muchas problemáticas que se pueden presentar. Ellas además crean un ciclo de enfermedad, pues generan que la institución aumente la presión y las exigencias aumentando así los niveles de estrés.

A nivel moral, la perdida de los valores lleva a una situación en la cual todo deja de importar. Donde la tarea es sólo realizada porque sí y, peor aún, a transmitir a los alumnos esa visión de la vida. Vemos así maestros que humillan a los alumnos en público, quienes les dicen que deben aceptar el lugar que tienen en la vida y no buscar nada más, quienes rechazan cualquier sugerencia, aún realizada de manera respetuosa y quienes consideran que la tarea docente consiste en ejercer el poder sobre la vida de los alumnos para llenar con esa sensación, el vacío interior que sienten frente a la decepción de su tarea.

Sin embargo, no tiene por qué ser así. Existe una forma de evitar el burnout, de mantener el sentido de la tarea sin negar, ni ignorar las dificultades inherentes al trabajo del docente en las instituciones.

Una buena parte del problema, probablemente la mayor parte, reside en esa pérdida de sentido de la tarea. La pérdida de sentido y el consiguiente vacío existencial, tienen una relación muy alta con las dificultades emocionales y las dificultades de relación.

Para la Logoterapia, la motivación fundamental del hombre es encontrar el sentido de su vida y, por consiguiente, de cada uno de los momentos que atraviesa en cada una de sus áreas de experiencia.

El primer paso para desarrollar la capacidad de hallar y mantener el sentido de vida, consiste en realizar una reflexión acerca de las propias expectativas frente a la labor docente. En muchos casos buena parte de la perdida de sentido, es porque tenemos expectativas irreales frente a la propia capacidad, o al papel que debemos jugar.

Algunas expectativas irreales frente a la situación son:

  • Voy a cambiar las vidas de mis alumnos.
  • Mi ejemplo debe ser perfecto para que funcione.
  • Debo ser capaz de asumir todas las dificultades sin desanimarme.
  • Siempre sabré lo que hay que hacer para ayudar a los alumnos.
  • Debo ser siempre fuerte para ser el apoyo de mis alumnos.
  • Ya sé todo lo que tengo que saber para hacer esta tarea.

Quiero referirme a algunas de ellas en detalle.

“Voy a cambiar las vidas de mis alumnos”, esta es tal vez la más común de las creencias, una de las más motivadoras y la más peligrosa. Así como la más equivocada.

Tristemente, nadie tiene el poder de cambiar la vida de los otros. Lo más a lo que puedes aspirar es a inspirar a una persona para que busque el cambio, para que emprenda el viaje que lo llevará a alcanzar sus sueños. Pero por cada persona que logras inspirar, hay 9 que pasaron por tu lado sin sentir ningún efecto.

Esto es así debido a que el cambio implica esfuerzo, sacrificio, renuncia y compromiso, y todas esas cosas sólo pueden provenir de la persona misma, no pueden ser enseñadas, ni otorgadas, ni forzadas en alguien.

Todos hemos conocido maestros inspiradores que han afectado decenas o cientos de vidas, y ellos nos hacen pensar que podemos llegar a desarrollar alguna suerte de capacidad que ellos tienen. Sí y no.

Estos maestros logran este efecto en las personas, porque no lo están buscando, porque no “tratan” de cambiar a nadie, aprendieron a ofrecer el camino, a comprometerse con quien lo quiere asumir y a dejar que la gente entre o salga de él según estén preparados. Ellos siguen en la tarea porque aprendieron que lo que hacen, si quieren que funcione debe ser independiente de los resultados, debe ser simplemente parte de ellos.

Estos maestros aprendieron además que es imposible “asumir todas las dificultades sin desanimarse”, que no importa cuánto tiempo lleves en el camino, las decepciones, los obstáculos, los tropiezos y las personas que querrán que te unas a su desánimo serán siempre parte de él y que, de vez en cuando, vuelves a hacerte la pregunta de si vale la pena seguir adelante.

Lo importante no es tratar de no desanimarse, lo importante es seguir trabajando por las personas, a pesar del desánimo, a pesar de las evidencias en contra. Porque así como aparecen las dificultades, aparecen también las luces de esperanza y, al final, todo depende de lo que deseas mirar.

Son muchos los docentes que creen que los “alumnos de hoy en día” son perezosos, que no les gusta leer, que se apegan a ley del mínimo esfuerzo, tratan siempre de “hacerte goles”. Y ellos, suelen ser mal evaluados. Tienen siempre un excusa de porque las cosas no se pueden hacer y pelean con la mayoría de los grupos que orientan.

Cuando el docente elige observar y dar más importancia al que sí cumple, al que aporta al trabajo, a los que hacen bien, los considera capaces y comprometidos, y les exige como tales. Suele encontrar una buena respuesta, compromiso. Incluso respuestas “atípicas” como alumnos que te dicen (y fue mi caso) “profe, se equivocó en la nota me puso 5 décimas de más” (la verdad es que yo mismo no podía creerlo).

Lo más increíble es que estos docentes no suelen pelear con los mismos grupos que los otros docentes consideran imposibles. Al final, depende de su actitud frente al grupo más que del grupo en sí mismo.

Hay situaciones que pueden más que uno mismo, hay momentos en que quisiera dejar todo a un lado y dedicarme a otra cosa, que desearía darme por vencido; la diferencia no consiste en no vivirlas, o en creer que no están pasando, sino en si le presto más valor a estas, o en aquellas en las cuales se identifica la luz de la esperanza.

“Mi ejemplo debe ser perfecto para que funcione” es otra terrible carga que nos auto imponemos los docentes, puesto que nadie es perfecto nunca, y nosotros estamos muy lejos de ser más que los simples seres humanos que somos. 

Si trato de ser perfecto; la angustia, la ansiedad y la dificultad de intentarlo son tan grandes que me estallan en menos de un mes. Tratar de ser perfecto, es tratar de ser lo que no soy, y eso es en el mejor de los casos una mala noticia, en el peor la forma de acabar con mi propia identidad.

Si en lugar de tratar de proyectar una imagen de perfección asumo mi lugar con dignidad y con humildad, voy a conseguir que mis alumnos me vean como lo que soy, se sientan más cercanos y más dispuestos a intentar seguir el camino de sus sueños pues este deja de ser para santos y perfectos, y se vuelve un camino para humanos normales.

Un segundo paso, consiste en reflexionar acerca de mis expectativas frente a mis alumnos. Ya que en ocasiones, no es lo que espero de mi, sino lo que espero de ellos, lo que hace que tenga la sensación de que el esfuerzo no merece la pena. 

Algunas expectativas irreales son:

  • Los alumnos siempre deben estar dispuestos a cambiar.
  • Cuando se les presenta una buena oportunidad de mejorar ellos la aprovecharan.
  • Los alumnos van a asumir con una madurez equivalente a su edad lo que tengo para ofrecerles.
  • Los alumnos van a respetarme debido a la posición que ocupo.
  • Ellos van a enfrentarse al medio para generar el cambio.
  • En mi época respetábamos a los profesores.

- Nuevamente voy a referirme sólo a algunas de ellas.

Muchas veces no pienso que soy capaz de cambiar a los demás, pero en cambio creo que todo el mundo dando el discurso apropiado, o siendo la persona apropiada para decirlo, está dispuesto(a) a asumir el cambio.

Sin embargo, las situaciones se sostienen porque, no importa cuánto te reduzcan la dignidad, lo difíciles o dolorosas que resulten, generan alguna clase de ganancia secundaria a la que no resulta fácil renunciar.

Por eso las personas sólo estarán dispuestas al cambio si éste genera una ganancia superior (a su criterio y según sus estándares), a la que obtienen manteniéndose en donde están.

Eso ni reduce la necesidad ni el valor de la tarea, y sale más allá de la capacidad que se tiene de influencia.

Eso mismo, es válido frente a las oportunidades que se les presentan, que a nuestros ojos, son inmejorables y posibilidades de “surgir” que dejan pasar de largo, para ellos esas oportunidades no son más valiosas que lo que el medio les ofrece.

Otra expectativa que conduce a mucha decepción es la creencia de que la posición que ocupas te garantiza el “respeto” de tus alumnos, debido a tu estudio, tu experiencia, o simplemente al poder que ostentas por medio de la nota.

Aquí aplica un frase muy importante de la tradición militar: “el rango lo respeta todo el mundo, pero al hombre sólo si se lo merece”. Lo más que obtendrás, y probablemente por medio de amenazas y presión será una cierta “deferencia” en el trato contigo, pero el respeto, el de verdad, el que hace que te escuchen te obedezcan y que se comprometan con tu mensaje tienes que ganártelo.

Ese respeto, viene de tu compromiso con ellos, de tu consistencia en la forma de hacer las cosas, de que ellos sepan que siempre cumples con tu palabra, que pueden contar con tu discreción y que al final tu auténtico propósito es beneficiarlos a ellos, no sólo en el discurso sino en tu comportamiento.

Una de las más comunes es la idealización de nuestro comportamiento cuando éramos estudiantes “en mi época respetábamos a los profesores” es como decir “todo tiempo pasado fue mejor”, es sólo una forma de idealizar lo que vivimos, pero, en mi época por lo menos, (la época de los 80 y 90 cuando Bogotá estaba llena de pandillas en los barrios incluso de clase alta y el narcotráfico estaba en pleno apogeo en Colombia), lo único diferente era que no nos atrevíamos a decirle a la cara lo que pensábamos a los profesores, pero las copias, los trabajos a medio hacer, los comentarios a espaldas de los profesores, estaban a la orden del día.
Recuerdo con cariño a algunos de mis profesores, y con abierto desagrado a muchos más de ellos. Lo único que creo que se puede decir con certeza del pasado es la frase del famoso colectivo argentino Les Luthiers “todo tiempo pasado… fue anterior”.

Por último es importante como tercer nivel reflexionar un poco sobre la práctica docente como forma de mantenerme en el sentido de mi tarea. Y aquí me referiré a un solo punto: la congruencia.

La único que diferencia un profesor (que profesa la verdad para iluminar la oscuridad de la ignorancia del alumno), y un maestro (que ayuda a construir personas a través de impartir un conocimiento) es la congruencia con aquello que predica, que su ejemplo sea un signo de su mensaje.

Esto es tal vez lo más difícil que debe realizar un maestro, ser consecuente con su palabra, vivir su palabra en lo personal, lo familiar, lo profesional, lo público y lo privado, en palabras de Ghandi “ser el cambio que quieres ver en el mundo”.

Sólo cuando tú estás siendo un ejemplo de lo que quieres hacer, cuando vives tu tarea como parte de tu vida y no sólo como un área separada, encontrarás la fuerza, el soporte y la sabiduría necesaria para no perder el rumbo en está maravillosa tarea.

Me gustaría conocer mucho tus opiniones y reflexiones al respecto de este artículo, te invito a participar para que podamos construir entre todos una mejor profesión docente y consecuentemente una mejor sociedad.

Juan Carlos Carvajal.


lunes, 11 de noviembre de 2013

La visión del Hombre como visión del Mundo



Ps. Juan Carlos Carvajal G
Vice presidente RILO

Uno de los aportes más importantes de la logoterapia de Víctor Frankl, es el haber consolidado una visión del hombre que tuviera aplicación al análisis de su realidad, respetando su integralidad y su individualidad.

Cuando Frankl habla de su “ontología dimensional” (un término complicado para describir la noción de que el hombre es un sólo ser pero que tiene varias naturalezas diferentes), lo que en el fondo propone es una base antropológica (propia del hombre) para analizar los diferentes elementos y momentos de su existencia.

Esta ontología dimensional consiste en que el hombre tiene una dimensión espiritual de base, una dimensión psicológica – social y una dimensión física, todas ellas entrelazadas para constituir un solo ser, el ser humano.

La dimensión física hace referencia a las  condiciones del cuerpo, el aparato nervioso, la fisiología, su entorno físico, sus necesidades fisiológicas (Similares a las que planteaba Maslow), entre otras cosas, es decir todo aquello que vemos como tangible relacionado con el individuo en su entorno personal.

La dimensión Psicológica – Social (en la visión de Frankl, hacen parte de lo mismo), hace referencia a los principios e historia de aprendizaje, las relaciones interpersonales, las estructuras del pensamiento y la emoción del hombre, así como la cultura de la que participa, su condición socio – económica y demás elementos derivados de lo social.

La dimensión espiritual (o existencial), está compuesta por la pura posibilidad de realización es decir, la serie de capacidades y posibilidades humanas que lo diferencian de los demás seres de la naturaleza, son las que le permiten existir (entendido como ser consciente de sí, ser capaz de desarrollarse en la dirección que elige más allá de sus instintos) y que le capacitan para enfrentar y superar cualquier dificultad o limitación en cualquiera de las otras dimensiones.     

Para entender las realidades del hombre, es importante analizarlas siempre utilizando esta perspectiva, es decir, analizar como estas realidades tiene un impacto en la dimensión física del hombre, como impactan su dimensión Psicológico – social  y como impactan o apuntan a su dimensión espiritual. Todo movimiento de la realidad del hombre está y estará siempre dirigido por esta perspectiva, si queremos llevar adelante una propuesta verdaderamente basada en la logoterapia.

Esto no quiere ni mucho menos decir que esta perspectiva sea la única válida, ni que sea la correcta es una opinión que busca capitalizar la propuesta de la antropología de Frankl, dando con ello una visión integral y holística de los fenómenos humanos en cambio de una reducción a una sola de las variables que lo constituyen.

Desde el punto de vista de la educación, para poder consolidar una visión ontológica Frankleana como modelo educativo, deberíamos tener en cuenta, por ejemplo, la forma en que los contenidos y las metodologías educativas interactúan con el medio físico en el que los alumnos se desarrollan, es decir, reconocer la importancia de lo neurológico, lo alimentario, los medios de enseñanza, el ambiente físico de las aulas, el desarrollo físico y fisiológico de los alumnos, al tiempo que se consideran sus necesidades y capacidades cognitivas, su contexto social y las necesidades que el sistema educativo ayuda a resolver en su medio, su situación de desarrollo psicológico y el manejo apropiado de sus emociones; además, es clave fortalecer el desarrollo de los valores, no como un discurso moral sino como auténticas guías para la toma de decisiones, el desarrollo de la libertad entendida como posibilidad de pensamiento autónomo y claro, la responsabilidad como capacidad de respuesta y así.

Lo mismo podríamos decir de cualquier otro fenómeno, tal como la organización comunitaria, la intervención en contextos jurídicos, la intervención a nivel clínico o, por supuesto, la visión del hombre en las organizaciones y el trabajo.    

Ésta última aplicación será tema de un próximo artículo en el cual discutiremos las implicaciones de entender la empresa como una vía de sentido o como la posibilidad de construcción del hombre encontrando sentido a su trabajo.

martes, 5 de noviembre de 2013

Ergologoactitud, cuando el hacer es un don humano.





Ergologoactitud, cuando el hacer es un don humano.


Sin duda creemos, y esto es lo que nos impulsa al estudio y la investigación de la disciplina de Viktor E. Frankl y sus continuadores, que podemos abrir un espacio ergológico para la logoactitud que al menos no hemos visto que haya sido explorado aún.
La Ergologoactitud considera al trabajo como un espacio específico y adecuado para la realización humana desde una actitud con sentido.
Analizaremos el trabajo humano desde diferentes ángulos.
Aunque diferenciáramos trabajo de misión, bien sabemos que no hay misión que no tenga en sí alguna acción mediante la cual se concrete y esa acción bien puede denominarse el trabajo de realizar la misión.
Quizás se pueda decir que cuando la misión es el trabajo[1], por lo que lleva de sustento y satisfacción de necesidades, la falta de trabajo así considerada, se traduce en falta de misión (sentido) y es allí donde anida la peor crisis, no solamente en la paga ausente.
Hemos visto que se analiza con idéntica ligereza, la ‘falta de trabajo’ como causa de la frustración e incluso de la neurosis, lo cual se ve razonable y comprensible, y paralelamente, también se admite el ‘trabajo como yugo’ (Del lat. trabs, trabis, lintel. Trabécula.), peso, y carga insoportable.
Si acaso el trabajo debiera considerarse un castigo, afirmamos que la falta de trabajo debería considerarse un beneficio.
¿Cómo podría ser aceptable la frustración a causa de la falta de un yugo? Extraño criterio masoquista el que habría que interpretar a esta altura.
Si aceptamos con Guillermo Pareja que “cuando ese despertar toma fuerza en mi vida, el resultado es tomar mi trabajo de cada día como una misión en-el-mundo”[2], también podría entenderse entonces como optativo el tomar (o no) mi trabajo de cada día. Nos gustaría iluminar en este aspecto, considerando que esta opción fuera connatural al ser humano, y por lo tanto aceptar que “una forma de concretar los Valores de Creación es a través del trabajo, pues éste manifiesta parte de la misión que tiene el ser humano al estar en-el-mundo.”[3]
Si efectivamente el valor del trabajo se asocia a la misión, sí se puede aceptar que “el problema de la desocupación muestra en su dimensión de desarrollo humano y en su dimensión sintomatológica la tendencia a la apatía y a la depresión”[4], por todo lo que lleva de frustración y con ello, la neurosis correspondiente. Pero aun así nos preguntamos ¿por qué la falta de trabajo debería originar “apatía y depresión”[5]? ¿Cuál es la razón del modelo que el ser humano tiene que se quiebra con la ausencia de trabajo? Por un lado, podría decirse que el problema fundamental es económico y con ello la subsistencia[6]. Por otro, podría decirse que el desencadenante es meramente ocupacional. Pero si aceptamos esto último, ¿por qué un trabajo con una paga baja o mal pago se considera “humillante” y uno que se realice gratuitamente suele ser “gratificante”? Esto último es el gozo que experimentan aquellos que donan tiempo.
Tan particular es la situación que el trabajo, la paga y la ocupación conjugan, que todos estos pueden desbordarse comprometiendo inclusive otros planos de la realidad humana.
“La estructura que cobra la vida espiritual gracias a su carácter de misión, repercute además en lo biológico”[7] y cuando esta repercusión se asocia, sin más, a la frustración por la falta de trabajo, se verá que luego se manifestará en lo biológico en el desgarbo y descuido personal que suele acompañarse con actitudes y rostros de envejecimiento prematuro, el que a su vez realimenta y justifica el ciclo paralizante de la inempleabilidad de la persona.
Más aún, un individuo en estas condiciones tiene solucionado el problema de tener un problema presentable en sociedad, tal que se constituya y justifique en sí mismo. En estas circunstancias “las repercusiones de la neurosis de la desocupación no solamente son económicas, sino también vitales.”[8]
Estas particularidades de falta de, nos hablan de silencio, de ausencia y de pérdida, toda vez que para ser reparadas, dependerán de otra persona, o de otro bien en reemplazo del perdido.
Es entonces una situación de expectación y dependencia con una resolución o solución por venir desde afuera. Si bien ésta vendrá o no, externamente, no dejamos de lado la responsabilidad de la persona de haberse expuesto de alguna manera a estas circunstancias de la desocupación, ya sea que hubiera habido voluntad o salud mental para oponerse.
Los migrantes, son un claro ejemplo de los que oponiéndose, eligen cambiar el contexto en el que se opotan insertarse.
Podrá parecer un contrasentido el abordaje que haremos de este tema a continuación, porque tomaremos también en consideración las situaciones de la falta de trabajo. Hemos elegido los términos muy intencionalmente ya que queremos referirnos a las diferentes formas de autodestrucción originadas por la mala vinculación con el trabajo, y en este punto en particular por la falta de trabajo o más específicamente la falta de ocupación.







De todos modos, “no se trata de que demos al paciente un sentido de la existencia, sino que única y exclusivamente se trata de que le pongamos en condiciones de que encuentre el sentido de su existencia.”[9] Valga el conocido ejemplo de la diferencia entre regalar un pescado o enseñar a pescar. Para ello al decir de Rudolf Allers debemos trabajar psicoterapéuticamente desde la “educación al reconocimiento de la responsabilidad”[10], procurando quebrar el círculo tanático, ya que “la sobrevivencia sólo se puede conseguir gracias a una orientación hacia el futuro, hacia un sentido cuya realización es esperada en el futuro.”[11]
Si la carencia de ocupación de suyo produjera la crisis deberíamos admitir que una vez instalada no tiene solución porque generaría crisis y más desocupación en una secuencia cerrada. Nos preguntamos cómo hacer para que las cosas cambien. Si por el contrario el individuo, repetimos, tiene una orientación hacia el futuro, las propias circunstancias de la orientación son, aunque más no sea intelectualmente, una ocupación y desde allí la posibilidad de desarrollo de alternativas, de un esquema de vida, de un proyecto personal y por qué no de logros concretos.
Quién no se ha entregado a una ensoñación pregustando su posible realización. Esta es una clara forma de construir un proyecto y de que el futuro quede aunque no condicionado, al menos inducido por un presente que lo imagina y lo conforma.
Tú que estás leyendo estas líneas ¿estás armando responsablemente tu futuro?
Cuánta es la responsabilidad que nos cabe a los que aún vemos una salida y así ayudar a que otros vean en el trabajo un espacio de realización humana.
No menos que la trascendencia es el destino del hombre, sea como fuere que las creencias de cada uno le permitan interpretar esa trascendencia, pero sin duda, se aceptará como algo que está más allá de uno mismo.
Es allí donde generar la logoactitud ergológica o Ergologoactitud, se constituirá en un devenir mejorado del día a día para la creación humana desde el trabajo, donde la creación o la creatividad, vista no como acto sino más como cualidad, pone al “hombre como un ser capaz de realizar valores.”[12] Sencillamente en ello estará su trascendencia, en la calidad de valores que realiza.
Es también una construcción que se proyecta sin duda hacia la comunidad, hacia el otro. Da y deja en el otro su impronta, se transforma él en mensajero y en mensaje cada acción.
Por ello, aunque parezca extrapolado, lograr ayudar a crecer a las personas desde el tan cotidiano ámbito del trabajo, valorando lo que el trabajo tiene precisamente de humano y revirtiendo sus realidades, permitirá formar individuos plenos y facilitarles alcanzar su máximo potencial de realización.
La posibilidad o no de trascender en cada acto la dará, siempre, cada individuo.
La respuesta es única y personal.
Gabriel María Isola
Presidente
Red internacional de Logoterapia Organizacional
  Isola & Asoc.Educación Profunda*
Consultores en Desarrollo Humano
Arenales 2432 5º "24" (1124)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argetina
Telefóno: 054 - 11 - 4822 - 9694
E-mail: isolayasoc@house.com.ar

Edición: Agosto 2007


[1] Hay una confusión que ha de quedar plenamente clarificada. Una cosa es el trabajo que un ser humano desempeña y otra muy distinta su misión personal en la vida. Cuando se llega a situaciones forzosas de desocupación, la persona por esta falsa identificación (profesión-ocupación y misión) siente, con dolor, que es un ser sin sentido, inútil en el mundo. Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 188.
[2] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 186-187.
[3] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 187.
[4] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 188.
[5] El sujeto que entra en esta tipología encuentra en la situación de malestar económico un pretexto frente al prójimo y frente a sí mismo por los fracasos de su propia vida, por todas sus fallas. Fizzotti, Eugenio. “Las raíces de la Logoterapia”. Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor E. Frankl”, Buenos Aires, 2001.p. 92.
[6] En aquellos casos en los que la necesidad económica ha situado al hombre en aquella apatía y falta de realización típicas que con razón se podría denominar como neurosis del paro, pues sabemos por experiencias psicológicas correspondientes (sobre todo en parados jóvenes), cuán importante es ocupar el tiempo libre que desgraciadamente tienen en exceso mediante contenidos y fijación de metas espirituales elegidos libre y convenientemente. Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 32.
Por último, cabe citar una forma no específica de neurosis de los desocupados, que podría ser llamada neurosis de desocupación, cuya característica principal es con frecuencia una apatía general de grado muy elevado. Fizzotti, Eugenio. “Las raíces de la Logoterapia”. Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor E. Frankl”, Buenos Aires, 2001. p. 93.
[7] Frankl, Viktor E. “Psicoanálisis y existencialismo - De la psicoterapia a la logoterapia”. Fondo de Cultura Económica, México, 1998. p. 178.
[8] Frankl, Viktor E. “Psicoanálisis y existencialismo - De la psicoterapia a la logoterapia”. Fondo de Cultura Económica, México, 1998. p. 178.
[9] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 163.
[10] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 37.
[11] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 12.
[12] La otra idea aludida es la del hombre como un ser capaz de realizar valores. El sentido que la conciencia dicta al hombre en cada situación particular se concreta y se asume en los valores que el hombre realiza. Tales valores son definidos como situaciones universales de sentido, válidas para situaciones humanas tipo. Caponnetto, Mario. “La voluntad de sentido en la logoterapia de Viktor Frankl - Estudio Crítico”. Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1987. p. 11.