lunes, 11 de noviembre de 2013

La visión del Hombre como visión del Mundo



Ps. Juan Carlos Carvajal G
Vice presidente RILO

Uno de los aportes más importantes de la logoterapia de Víctor Frankl, es el haber consolidado una visión del hombre que tuviera aplicación al análisis de su realidad, respetando su integralidad y su individualidad.

Cuando Frankl habla de su “ontología dimensional” (un término complicado para describir la noción de que el hombre es un sólo ser pero que tiene varias naturalezas diferentes), lo que en el fondo propone es una base antropológica (propia del hombre) para analizar los diferentes elementos y momentos de su existencia.

Esta ontología dimensional consiste en que el hombre tiene una dimensión espiritual de base, una dimensión psicológica – social y una dimensión física, todas ellas entrelazadas para constituir un solo ser, el ser humano.

La dimensión física hace referencia a las  condiciones del cuerpo, el aparato nervioso, la fisiología, su entorno físico, sus necesidades fisiológicas (Similares a las que planteaba Maslow), entre otras cosas, es decir todo aquello que vemos como tangible relacionado con el individuo en su entorno personal.

La dimensión Psicológica – Social (en la visión de Frankl, hacen parte de lo mismo), hace referencia a los principios e historia de aprendizaje, las relaciones interpersonales, las estructuras del pensamiento y la emoción del hombre, así como la cultura de la que participa, su condición socio – económica y demás elementos derivados de lo social.

La dimensión espiritual (o existencial), está compuesta por la pura posibilidad de realización es decir, la serie de capacidades y posibilidades humanas que lo diferencian de los demás seres de la naturaleza, son las que le permiten existir (entendido como ser consciente de sí, ser capaz de desarrollarse en la dirección que elige más allá de sus instintos) y que le capacitan para enfrentar y superar cualquier dificultad o limitación en cualquiera de las otras dimensiones.     

Para entender las realidades del hombre, es importante analizarlas siempre utilizando esta perspectiva, es decir, analizar como estas realidades tiene un impacto en la dimensión física del hombre, como impactan su dimensión Psicológico – social  y como impactan o apuntan a su dimensión espiritual. Todo movimiento de la realidad del hombre está y estará siempre dirigido por esta perspectiva, si queremos llevar adelante una propuesta verdaderamente basada en la logoterapia.

Esto no quiere ni mucho menos decir que esta perspectiva sea la única válida, ni que sea la correcta es una opinión que busca capitalizar la propuesta de la antropología de Frankl, dando con ello una visión integral y holística de los fenómenos humanos en cambio de una reducción a una sola de las variables que lo constituyen.

Desde el punto de vista de la educación, para poder consolidar una visión ontológica Frankleana como modelo educativo, deberíamos tener en cuenta, por ejemplo, la forma en que los contenidos y las metodologías educativas interactúan con el medio físico en el que los alumnos se desarrollan, es decir, reconocer la importancia de lo neurológico, lo alimentario, los medios de enseñanza, el ambiente físico de las aulas, el desarrollo físico y fisiológico de los alumnos, al tiempo que se consideran sus necesidades y capacidades cognitivas, su contexto social y las necesidades que el sistema educativo ayuda a resolver en su medio, su situación de desarrollo psicológico y el manejo apropiado de sus emociones; además, es clave fortalecer el desarrollo de los valores, no como un discurso moral sino como auténticas guías para la toma de decisiones, el desarrollo de la libertad entendida como posibilidad de pensamiento autónomo y claro, la responsabilidad como capacidad de respuesta y así.

Lo mismo podríamos decir de cualquier otro fenómeno, tal como la organización comunitaria, la intervención en contextos jurídicos, la intervención a nivel clínico o, por supuesto, la visión del hombre en las organizaciones y el trabajo.    

Ésta última aplicación será tema de un próximo artículo en el cual discutiremos las implicaciones de entender la empresa como una vía de sentido o como la posibilidad de construcción del hombre encontrando sentido a su trabajo.

martes, 5 de noviembre de 2013

Ergologoactitud, cuando el hacer es un don humano.





Ergologoactitud, cuando el hacer es un don humano.


Sin duda creemos, y esto es lo que nos impulsa al estudio y la investigación de la disciplina de Viktor E. Frankl y sus continuadores, que podemos abrir un espacio ergológico para la logoactitud que al menos no hemos visto que haya sido explorado aún.
La Ergologoactitud considera al trabajo como un espacio específico y adecuado para la realización humana desde una actitud con sentido.
Analizaremos el trabajo humano desde diferentes ángulos.
Aunque diferenciáramos trabajo de misión, bien sabemos que no hay misión que no tenga en sí alguna acción mediante la cual se concrete y esa acción bien puede denominarse el trabajo de realizar la misión.
Quizás se pueda decir que cuando la misión es el trabajo[1], por lo que lleva de sustento y satisfacción de necesidades, la falta de trabajo así considerada, se traduce en falta de misión (sentido) y es allí donde anida la peor crisis, no solamente en la paga ausente.
Hemos visto que se analiza con idéntica ligereza, la ‘falta de trabajo’ como causa de la frustración e incluso de la neurosis, lo cual se ve razonable y comprensible, y paralelamente, también se admite el ‘trabajo como yugo’ (Del lat. trabs, trabis, lintel. Trabécula.), peso, y carga insoportable.
Si acaso el trabajo debiera considerarse un castigo, afirmamos que la falta de trabajo debería considerarse un beneficio.
¿Cómo podría ser aceptable la frustración a causa de la falta de un yugo? Extraño criterio masoquista el que habría que interpretar a esta altura.
Si aceptamos con Guillermo Pareja que “cuando ese despertar toma fuerza en mi vida, el resultado es tomar mi trabajo de cada día como una misión en-el-mundo”[2], también podría entenderse entonces como optativo el tomar (o no) mi trabajo de cada día. Nos gustaría iluminar en este aspecto, considerando que esta opción fuera connatural al ser humano, y por lo tanto aceptar que “una forma de concretar los Valores de Creación es a través del trabajo, pues éste manifiesta parte de la misión que tiene el ser humano al estar en-el-mundo.”[3]
Si efectivamente el valor del trabajo se asocia a la misión, sí se puede aceptar que “el problema de la desocupación muestra en su dimensión de desarrollo humano y en su dimensión sintomatológica la tendencia a la apatía y a la depresión”[4], por todo lo que lleva de frustración y con ello, la neurosis correspondiente. Pero aun así nos preguntamos ¿por qué la falta de trabajo debería originar “apatía y depresión”[5]? ¿Cuál es la razón del modelo que el ser humano tiene que se quiebra con la ausencia de trabajo? Por un lado, podría decirse que el problema fundamental es económico y con ello la subsistencia[6]. Por otro, podría decirse que el desencadenante es meramente ocupacional. Pero si aceptamos esto último, ¿por qué un trabajo con una paga baja o mal pago se considera “humillante” y uno que se realice gratuitamente suele ser “gratificante”? Esto último es el gozo que experimentan aquellos que donan tiempo.
Tan particular es la situación que el trabajo, la paga y la ocupación conjugan, que todos estos pueden desbordarse comprometiendo inclusive otros planos de la realidad humana.
“La estructura que cobra la vida espiritual gracias a su carácter de misión, repercute además en lo biológico”[7] y cuando esta repercusión se asocia, sin más, a la frustración por la falta de trabajo, se verá que luego se manifestará en lo biológico en el desgarbo y descuido personal que suele acompañarse con actitudes y rostros de envejecimiento prematuro, el que a su vez realimenta y justifica el ciclo paralizante de la inempleabilidad de la persona.
Más aún, un individuo en estas condiciones tiene solucionado el problema de tener un problema presentable en sociedad, tal que se constituya y justifique en sí mismo. En estas circunstancias “las repercusiones de la neurosis de la desocupación no solamente son económicas, sino también vitales.”[8]
Estas particularidades de falta de, nos hablan de silencio, de ausencia y de pérdida, toda vez que para ser reparadas, dependerán de otra persona, o de otro bien en reemplazo del perdido.
Es entonces una situación de expectación y dependencia con una resolución o solución por venir desde afuera. Si bien ésta vendrá o no, externamente, no dejamos de lado la responsabilidad de la persona de haberse expuesto de alguna manera a estas circunstancias de la desocupación, ya sea que hubiera habido voluntad o salud mental para oponerse.
Los migrantes, son un claro ejemplo de los que oponiéndose, eligen cambiar el contexto en el que se opotan insertarse.
Podrá parecer un contrasentido el abordaje que haremos de este tema a continuación, porque tomaremos también en consideración las situaciones de la falta de trabajo. Hemos elegido los términos muy intencionalmente ya que queremos referirnos a las diferentes formas de autodestrucción originadas por la mala vinculación con el trabajo, y en este punto en particular por la falta de trabajo o más específicamente la falta de ocupación.







De todos modos, “no se trata de que demos al paciente un sentido de la existencia, sino que única y exclusivamente se trata de que le pongamos en condiciones de que encuentre el sentido de su existencia.”[9] Valga el conocido ejemplo de la diferencia entre regalar un pescado o enseñar a pescar. Para ello al decir de Rudolf Allers debemos trabajar psicoterapéuticamente desde la “educación al reconocimiento de la responsabilidad”[10], procurando quebrar el círculo tanático, ya que “la sobrevivencia sólo se puede conseguir gracias a una orientación hacia el futuro, hacia un sentido cuya realización es esperada en el futuro.”[11]
Si la carencia de ocupación de suyo produjera la crisis deberíamos admitir que una vez instalada no tiene solución porque generaría crisis y más desocupación en una secuencia cerrada. Nos preguntamos cómo hacer para que las cosas cambien. Si por el contrario el individuo, repetimos, tiene una orientación hacia el futuro, las propias circunstancias de la orientación son, aunque más no sea intelectualmente, una ocupación y desde allí la posibilidad de desarrollo de alternativas, de un esquema de vida, de un proyecto personal y por qué no de logros concretos.
Quién no se ha entregado a una ensoñación pregustando su posible realización. Esta es una clara forma de construir un proyecto y de que el futuro quede aunque no condicionado, al menos inducido por un presente que lo imagina y lo conforma.
Tú que estás leyendo estas líneas ¿estás armando responsablemente tu futuro?
Cuánta es la responsabilidad que nos cabe a los que aún vemos una salida y así ayudar a que otros vean en el trabajo un espacio de realización humana.
No menos que la trascendencia es el destino del hombre, sea como fuere que las creencias de cada uno le permitan interpretar esa trascendencia, pero sin duda, se aceptará como algo que está más allá de uno mismo.
Es allí donde generar la logoactitud ergológica o Ergologoactitud, se constituirá en un devenir mejorado del día a día para la creación humana desde el trabajo, donde la creación o la creatividad, vista no como acto sino más como cualidad, pone al “hombre como un ser capaz de realizar valores.”[12] Sencillamente en ello estará su trascendencia, en la calidad de valores que realiza.
Es también una construcción que se proyecta sin duda hacia la comunidad, hacia el otro. Da y deja en el otro su impronta, se transforma él en mensajero y en mensaje cada acción.
Por ello, aunque parezca extrapolado, lograr ayudar a crecer a las personas desde el tan cotidiano ámbito del trabajo, valorando lo que el trabajo tiene precisamente de humano y revirtiendo sus realidades, permitirá formar individuos plenos y facilitarles alcanzar su máximo potencial de realización.
La posibilidad o no de trascender en cada acto la dará, siempre, cada individuo.
La respuesta es única y personal.
Gabriel María Isola
Presidente
Red internacional de Logoterapia Organizacional
  Isola & Asoc.Educación Profunda*
Consultores en Desarrollo Humano
Arenales 2432 5º "24" (1124)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argetina
Telefóno: 054 - 11 - 4822 - 9694
E-mail: isolayasoc@house.com.ar

Edición: Agosto 2007


[1] Hay una confusión que ha de quedar plenamente clarificada. Una cosa es el trabajo que un ser humano desempeña y otra muy distinta su misión personal en la vida. Cuando se llega a situaciones forzosas de desocupación, la persona por esta falsa identificación (profesión-ocupación y misión) siente, con dolor, que es un ser sin sentido, inútil en el mundo. Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 188.
[2] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 186-187.
[3] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 187.
[4] Pareja, Guillermo. “Viktor E. Frankl - Comunicación y resistencia”. Premià, México, 1987. p. 188.
[5] El sujeto que entra en esta tipología encuentra en la situación de malestar económico un pretexto frente al prójimo y frente a sí mismo por los fracasos de su propia vida, por todas sus fallas. Fizzotti, Eugenio. “Las raíces de la Logoterapia”. Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor E. Frankl”, Buenos Aires, 2001.p. 92.
[6] En aquellos casos en los que la necesidad económica ha situado al hombre en aquella apatía y falta de realización típicas que con razón se podría denominar como neurosis del paro, pues sabemos por experiencias psicológicas correspondientes (sobre todo en parados jóvenes), cuán importante es ocupar el tiempo libre que desgraciadamente tienen en exceso mediante contenidos y fijación de metas espirituales elegidos libre y convenientemente. Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 32.
Por último, cabe citar una forma no específica de neurosis de los desocupados, que podría ser llamada neurosis de desocupación, cuya característica principal es con frecuencia una apatía general de grado muy elevado. Fizzotti, Eugenio. “Las raíces de la Logoterapia”. Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor E. Frankl”, Buenos Aires, 2001. p. 93.
[7] Frankl, Viktor E. “Psicoanálisis y existencialismo - De la psicoterapia a la logoterapia”. Fondo de Cultura Económica, México, 1998. p. 178.
[8] Frankl, Viktor E. “Psicoanálisis y existencialismo - De la psicoterapia a la logoterapia”. Fondo de Cultura Económica, México, 1998. p. 178.
[9] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 163.
[10] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 37.
[11] Frankl, Viktor E. “Logoterapia y análisis existencial - textos de cinco décadas”. Herder, Barcelona, 1994. p. 12.
[12] La otra idea aludida es la del hombre como un ser capaz de realizar valores. El sentido que la conciencia dicta al hombre en cada situación particular se concreta y se asume en los valores que el hombre realiza. Tales valores son definidos como situaciones universales de sentido, válidas para situaciones humanas tipo. Caponnetto, Mario. “La voluntad de sentido en la logoterapia de Viktor Frankl - Estudio Crítico”. Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1987. p. 11.